domingo, 12 de marzo de 2017

TRANSFIGURACIÓN DEL SEÑOR

Era una mañana tranquila. No hacía frío. Jesús inicia el camino hacia la cumbre del Tabor para orar. Le acompañan Pedro, Santiago y Juan, sus discípulos más cercanos. Mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió y sus ropas aparecían luminosas como nunca había visto. De pronto, dos hombres aparecieron conversando con Él. Hablaban de los sucesos que se iban a producir en Jerusalén. No entendía entonces aquello que estaba presenciando. Eran Moisés y Elías; la Ley y los Profetas. La vida y la muerte se funden en una escena singular. Sabemos que Moisés, el único superviviente de los israelitas que salieron de Egipto, murió a la vista de la tierra prometida, sin llegar a entrar. El profeta Elías fue llevado en vida al Cielo en un carro de fuego. A diez kilómetros de Nazaret, por cuyas calles había caminado cuando era niño, Jesús muestra el vigor y la belleza de su ser, que tanto fascinan a quienes le contemplan. Es la gloria del Señor. "Qué bien se está aquí", dice Pedro que no entiende que deben seguir su camino. Una nube los cubrió y pudimos escuchar una voz que decía: "Éste es mi hijo bien amado. Escuchadle". Todos caímos en tierra y al levantarnos, solo vimos a Jesús. "No tengáis miedo", les dice cuando inician el descenso del Monte Tabor. La transfiguración es como una luz que nos ilumina y ayuda a comprender el triunfo de Cristo en la Cruz. En la actualidad, casi veinte siglos después, vuelven las persecuciones, todo se cuestiona y a nuestro testimonio debemos ponerle sordina. Hemos visto la gloria de Jesús en el camino hacia Jerusalén, donde se enfrentará a su pasión y muerte, víctima de la suprema injusticia, en remisión de nuestros pecados.

domingo, 5 de marzo de 2017

LA CUARESMA

    La Cuaresma da inicio al tiempo más fuerte del calendario litúrgico. Nos preparamos física y espiritualmente para participar en la Pascua. La celebración de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo es el fundamento de nuestra fe. Son cuarenta días, en los cuales podemos meditar sobre la conversión, el pecado, la penitencia y el perdón. Comienza el Miércoles de Ceniza y finaliza antes de la Misa de la Cena del Señor del Jueves Santo. Es un tiempo para conocernos internamente. Acompañar a Cristo supone renunciar a parte de nosotros mismos para seguirle. No es fácil. La conversión supone cuestionar nuestro modo de vida, nuestras prioridades. La entrega a los más necesitados es una exigencia del amor. Caminamos a diario por el desierto de la incomprensión, del egoísmo, de la falta de compromiso. Las tentaciones nos acechan a la vuelta del camino. Sabemos que podemos contar con la ayuda del Espíritu Santo. Surgen las dudas. Nuestra fe y nuestras costumbres son criticadas diariamente en esta sociedad injusta. Muchos hermanos nuestros sufren persecución y debemos poner sordina a nuestro testimonio. No podemos seguir tristes. Es la Pascua del Señor. Hemos seguido a Jesús por los caminos de Palestina, le hemos escuchado hablar de perdón, de misericordia. Sus bienaventuranzas no fueron solo un consuelo en medio de nuestras aflicciones, sino además un exigente programa de vida. Su palabra es vida, es emoción, es esperanza. No habíamos escuchado palabras como aquellas que conmovían nuestro corazón. Ciertamente, es el hijo del carpintero, uno de nosotros. No olvidemos que también es el Hijo de Dios, enviado por el Padre para darnos la vida eterna en un mundo nuevo, sin penas ni tristezas. Ésta es nuestra fe y éste mi testimonio.