sábado, 28 de marzo de 2015

DOMINGO DE RAMOS

Con la celebración del Domingo de Ramos comienza la Semana Santa. Unos días dedicados a recordar unos hechos acaecidos hace casi dos mil años. Días de contrastes y sentimientos encontrados. Ya no se llenan los templos como en épocas pasadas, pero las celebraciones pascuales siguen teniendo extraordinario valor para aquellos fieles que, en medio de las dificultades, dan testimonio de nuestra fe a pesar de las embestidas de una sociedad que da la espalda a realidades más trascendentes. Jesús va a Jerusalén, por última vez, a celebrar la Pascua con los apóstoles. María estaba con ellos. Antes de entrar en la ciudad, a lomos de un burrito, la gente tendía sus mantos por el camino, recibiéndolo como a un rey. Gritaban "¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!". Mezclado entre ellos, si miráis con atención, podréis reconocer a este cronista que da fe de estos sucesos. Hombres, mujeres y niños, con sus problemas y ocupaciones, compartían un mismo interés por seguir a Jesús. Habían visto sus milagros y escuchado sus palabras que les habían devuelto la esperanza en un mesías salvador. La realidad de la vida diaria bajo la dominación romana era muy dura y confiaban en quien les había hablado en parábolas, con un lenguaje sencillo que todos entendían. Muchos siguieron a Cristo en estos momentos, pero pocos le acompañaron cuando llegó la hora de su pasión y muerte. Este recibimiento no gustó a quienes como los fariseos veían amenazados sus intereses y conspiraban buscando la muerte de Jesús. Ésta es mi fe y éste mi firme compromiso.