lunes, 25 de diciembre de 2017

SALVAD LA NAVIDAD

   Cuando esta mañana, una vez finalizada mi oración matinal, me disponía a comenzar mis tareas cotidianas me detuve un momento para escuchar el silencio. Con las primeras luces del amanecer, en Belén de Judá una jovencita llamada María, Miriam en hebreo, está dando a luz su primer hijo. Le pondrán por nombre Jesús, como le había anunciado el ángel. El parto había sido largo para una madre primeriza en la santa madrugada. El bebé era sano y robusto. Había sido un gran milagro. Dios nos había enviado a su hijo, nacido de mujer. No nacía en un gran palacio el Rey de los Cielos. Por el encadenamiento de una serie de circunstancias providenciales nace en un establo, es colocado en  un  pesebre y unos animales le dan su calor y protección. El emperador romano Augusto había dictado un decreto para conocer la población de su imperio y cada uno de los habitantes debía empadronarse en su ciudad de origen. Así José, descendiente y de la Casa de David debía acudir a Belén. Al llegar por la mañana a aquel pequeño pueblo numerosas personas se encontraban allí para cumplir el edicto. Una vez empadronados, María y José trataron durante todo el día de encontrar alojamiento sin conseguirlo. Al caer la tarde, dada la inminencia del parto, el posadero tuvo compasión y les ofreció un lugar en el establo. Con las primeras luces del día nace el Hijo de Dios. Alegraos, que nace el Señor. Esta alegría no puede ser una impostura ni forzada. No es obligatorio estar alegres. Lo más importante es  conocer lo que realmente estamos celebrando y compartir nuestra fe y nuestra esperanza. Aquel niño nos trae un mensaje de paz, de concordia, de amor. Recuperemos el verdadero sentido y significado de la Navidad. A todos mis amigos y lectores deseo sinceramente una feliz Navidad.

domingo, 24 de diciembre de 2017

LA NAVIDAD SEGÚN SAN FRANCISCO DE ASÍS


    La celebración y recuerdo del Nacimiento del niño Jesús da razón de muchos sucesos y anécdotas a lo largo de la Historia. Hoy traemos a vuestra consideración algo que cuentan que sucedió en Rivotorto, en el año 1209. El 25 de diciembre de ese año cayó en viernes y los hermanos, en su ignorancia, se preguntaban si había que ayunar o no. Entonces fray Morico, uno de los primeros compañeros, se lo planteó a San Francisco y obtuvo esta respuesta: "Ese día hasta las paredes deberían comer carne y, si no pueden, habría que untarlas por fuera con ella".
    La devoción de San Francisco por la fiesta de la Natividad de Cristo le venía, pues, ya desde los comienzos de su conversión y era tan grande que solía decir: "Si pudiera hablar con el emperador Federico II, le suplicaría que firmase un decreto obligando a todas las autoridades de las ciudades y a los señores de los castillos y villas a hacer que en Navidad todos sus súbditos echaran trigo y otras semillas por los caminos, para que, en un día tan especial, todas las aves tuvieran algo que comer. Y también pediría, por respeto al Hijo de Dios, reclinado por su madre en un pesebre, entre la mula y el buey, que se obligara esa noche a dar abundante pienso a nuestros hermanos bueyes y asnos. Por último rogaría que todos los pobres fuesen saciados por los ricos esa noche". Una justa petición que comparto con gusto.