Hoy es el día de Todos los Santos; personas, muchas veces anónimas, que por amor dedican de manera muchas veces desinteresada buena parte de su tiempo al servicio del bien común. Cada día nos podemos cruzar con ellas por la calle y en la escalera de nuestra casa. Nada las distingue en su apariencia, pero su vida es un ejemplo a seguir por todos nosotros. La Iglesia, a lo largo del Año Litúrgico nos propone a un grupo más reducido de santos para que sean nuestros modelos e intercesores, reconoce sus méritos, alaba su entrega incondicional a Cristo y a la Iglesia y pide su intercesión y ayuda. Las bienaventuranzas son un exigente programa de vida y rompen con nuestros esquemas sociales. Jesús dedica una especial atención a las personas sencillas, los pobres, los perseguidos por buscar y proponer un mundo mejor. Es nuestra fiesta, la de todos los que compartimos una misma fe y tratamos de vivir siguiendo las enseñanzas de Cristo. Son grandes las dificultades y muchos quedan por el camino. Pidamos al Espíritu Santo que nos ilumine para que sepamos hacer el bien, lejos de envidias y egoísmos que tanto abundan en esta sociedad. Es más importante dar que recibir; escuchar que presumir de elocuencia con palabras vacías carentes de sentido. Respondamos positivamente a la llamada de Dios y vayamos a su encuentro en la búsqueda de la verdadera felicidad.
CONMEMORACIÓN DE LOS FIELES DIFUNTOS
La Iglesia ofrece sus oraciones y su intercesión por los difuntos no sólo en funerales y aniversarios, sino también, de manera especial en la conmemoración que hace en estas fechas de quienes duermen en el Señor; procura con esmero ayudarlos para que puedan participar en la comunidad de los ciudadanos del cielo. Las visitas a los cementerios son una forma muy adecuada de recordar a nuestros familiares y amigos nuestra cercanía y recuerdo. Es momento de ofrecer una oración por su descanso hasta la llegada de la definitiva resurrección.
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