sábado, 14 de noviembre de 2015

CON PROFUNDO DOLOR

Cuando, esta mañana, he conectado la radio para conocer los estrenos de cine de la semana, he escuchado la terrible noticia del asesinato, en París, de más de cien personas a quienes habían quitado la vida en nombre de Alá, el misericordioso. No podía entenderlo. La sensación que queda es de dolor e impotencia. Soy cristiano. Sigo a Cristo, Dios hecho hombre, que pasó por la vida haciendo el bien y dio su vida, en un supremo holocausto, por todos nosotros. Es una blasfemia invocar el santo nombre de Dios, mientras se asesina a personas indefensas. ¿Qué puedo hacer, como cristiano comprometido, en estos momentos de dolor y rabia contenida? Difícil respuesta. A estas alturas de mi vida, mi principal dedicación es ser testigo del Evangelio, denunciar las injusticias y violaciones de los derechos humanos que se producen a nuestro lado. El primer derecho, sin el cual los demás no tienen sentido, es el derecho a la vida. No hay nada que pueda justificar privar de la existencia a cualquiera de nuestros semejantes. Nuestro rechazo al terrorismo debe ser firme, sin dejar ninguna duda. En el pasado siglo, hace ya varias décadas, tuve la premonición de que, en el futuro, la principal amenaza para nuestra seguridad ya no iba a ser el comunismo sino que podría proceder de los países musulmanes. Temo que se esté cumpliendo. Árabes, judíos y cristianos compartimos un mismo Dios, aunque le pongamos un nombre distinto: Alá, Yahveh, Dios. También un mismo patriarca: Abraham. Es el momento de elevar juntos nuestras oraciones por la paz y el entendimiento entre todos.

1 comentario:

Viky dijo...

Comparto tu escrito. Es una pena.