Hoy celebra la Iglesia, la solemnidad de la Asunción de María a los Cielos. Es el triunfo de María. Una vez acabadas las tareas que tenía encomendadas, la Virgen fue llevada, en cuerpo y alma, al Cielo. Dios no quiso que quien había llevado en su vientre a su Hijo conociera la corrupción del sepulcro. En atención a sus muchos méritos fue asunta a la gloria del cielo, desde donde intercede por nosotros.
"En esta solemnidad de la Asunción contemplamos a María: ella nos abre a la esperanza, a un futuro lleno de alegría y nos enseña el camino para alcanzarlo: acoger en la fe a su Hijo; no perder nunca la amistad con él, sino dejarnos iluminar y guiar por su Palabra; seguirlo cada día, incluso en los momentos en que sentimos que nuestras cruces resultan pesadas. María, el arca de la alianza que está en el santuario del Cielo, nos indica con claridad luminosa que estamos en camino hacia nuestra verdadera Casa, la comunión de alegría y de paz con Dios". Homilía de Benedicto XVI (2010).
Obra maravillosa
de Dios, María fue concebida sin pecado original. Era completamente pura. Su
alma nunca tuvo la más pequeña mácula y su cuerpo fue siempre un templo santo e
inmaculado. Dios no coronó a María solo por su maternidad sino por sus
acreditadas virtudes: su humildad, su caridad, su pureza, su mansedumbre, su
paciencia. Bienaventurada eres, María, símbolo de pureza.
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