viernes, 2 de abril de 2010

UN SUPREMO ACTO DE AMOR


CRISTO MUERE EN LA CRUZ

Hoy es Viernes Santo. Un hombre agoniza, colgado de una cruz. Tanto amó Dios a los hombres que entrega a su propio Hijo, que muere víctima de nuestros pecados. Así la Cruz que era el castigo cruel e inhumano que se aplicaba a los esclavos es símbolo ante el que toda rodilla se doble en signo de respeto y admiración. Hoy no se celebra la Eucaristía. El altar luce sin mantel, sin cruz, sin velas ni adornos. Recordamos la muerte de Jesús.
Es duro recordar los hechos de aquella larga madrugada. Media noche era cuando, en el huerto de Getsemaní, entregado por Judas, fue detenido. Llevado al Sanedrín, fue interrrogado por Anás y Caifas. Ya amanecía cuando llegó a la Fortaleza Antonia, donde sufrió un duro interrogatorio de Pilato y fue flagelado. Nada respondió a falsos testigos que llegaron. Sí, Jesús es Rey, pero su reino no es de este mundo. Pilato, duda, pero cede ante las amenazas de la plebe. Sabe que condena a un hombre inocente, pero prima su seguridad. Se siente amenazado. A media mañana, cargado con la Cruz, Jesús inicia el recorrido de los 700 metros de camino hasta el Gólgota. Tres veces cae bajo el peso de nestras culpas, víctima de nuestra ingratitud. Le sigue su madre y otras mujeres. El drama sigue su curso. Fue crucificado entre dos ladrones. Sus sentimientos, en la hora final, fueron de perdón para sus ejecutores. A las tres de la tarde dijo sus últimas palabras: "En tus manos encomiendo mi espíritu".
Esta es nuestra fe y éste mi testimonio.
Jesús María Uriz

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