A lo largo de
nuestra vida, tenemos que tomar decisiones que suponen hacer una elección entre
varias posibilidades a nuestro alcance. Procuramos hacerlo con responsabilidad,
atendiendo a nuestros intereses y las ventajas e inconvenientes de cada una de
las opciones. Esto lo hacemos con naturalidad sin darle mayor importancia la
mayor parte de las veces. De vez en cuando, somos convocados a acudir al
colegio electoral para depositar una papeleta con la candidatura que hayamos
elegido. El próximo día 20 de noviembre, se celebran elecciones
generales. Durante esta larga pre-campaña electoral el Partido Socialista, que
se ha ganado un amplio rechazo de la población, está poniendo demasiado esfuerzo en destacar las debilidades
del contrario y menos en las presuntas bondades de sus propias ofertas. Un nuevo
candidato socialista, Pérez Rubalcaba, pretende que olvidemos que no es nuevo
en la arena política. Sus propuestas ya no animan a una población fuertemente
castigada por una dura crisis política y económica. Las encuestas nos muestran
una amplia ventaja del Partido Popular con su candidato Mariano Rajoy. Es la
gran esperanza para millones de españoles. Los viejos demonios que nos han
enfrentado durante generaciones vuelven a aparecer, quizá por la desconfianza
en los propios argumentos. Que se utilice todavía la palabra derecha para
expulsar al oponente del debate político es difícil de entender. No es algo sin
consecuencias depositar en una urna ese pequeño trozo de papel con una lista de
nombres que forman parte de la candidatura. Avance, progreso, solución de los
problemas, estoy seguro de todos lo queremos aunque algunos nos ofrezcan
recetas caducas. Esta es una reflexión desinteresada sobre lo que suponen unas
elecciones en política y la importancia de la participación o no en los
comicios. Espero que sea de alguna utilidad para el amigo lector que me ha
honrado con su confianza.
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