"Jesús fue levantado al cielo mientras estaban viéndolo, y le recibió una nube
que le oculto de sus ojos¨. (Hechos 1:9-11). La festividad de la Ascensión del Señor a los Cielos es el broche de oro al ciclo pascual. Así Jesús da fin a la tarea de redención de los hombres que le había traído a la tierrra. Un día de alegría y de gozo para la Iglesia. No estamos solos. Es el momento de llevar a todos su mensaje de amor, comprensión, paz y concordia a esta humanidad torturada. Un mensaje que llevó por tierras de Palestina y trajo la esperanza a tantas personas sencillas y humildes. Su mensaje fue revolucionario para la época y todavía conmueve nuestras conciencias. No nos deja solos. Cuando nos reunimos en su nombre, sentimos su presencia y apoyo. Jesús subió a los Cielos para tomar posesión de su gloria. Es nuestro mediador ante el Padre. Intercede por nosotros. Tanto amó Dios a los hombres que quiso ser uno de tantos llegando a la entrega total hasta la muerte y muerte de Cruz. Pero resucitó y se apareció a muchos que lo vieron y su testimonio es verdadero. Cuarenta días después de la resurrección, tras dar las últimas instrucciones a sus discípulos, comenzó a elevarse hasta que quedó oculto. Ahora es el momento de salir a las plazas y calles para anunciar el Evangelio, la Buena Noticia. Cristo nos acompaña cada día y nos anima a seguir su labor. Ésta es nuestra fe y éste mi testimonio.
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