La resurrección de Cristo es un hecho histórico y un fundamento de nuestra fe. Éste hecho real es vida y gozo de quienes en el bautismo han muerto y resucitado con Él. En el testimonio diario de nuestra fe que hacemos en el Credo proclamamos que Jesucristo "resucito de entre los muertos". Esta afirmación está basada en los textos evangélicos que nos transmiten y nos permiten conocer la primera predicación de los apóstoles. El sepulcro vacío, la piedra removida, son señales a las que difícilmente podemos darles otra explicación. En los días posteriores a la resurrección, Jesús tuvo diferentes apariciones y quienes lo vieron dan testimonio veraz de todo lo vivido. No fue fácil para los apóstoles y otras personas aceptar una realidad tan extraordinaria que se sitúa por encima de nuestro propio entendimiento. Cabe destacar, aquí y ahora, la importante participación de las mujeres que acudieron, muy de mañana al sepulcro y comunicaron la buena nueva a los apóstoles. En la primera aparición en el Cenáculo, no estaba Tomás entre los apóstoles. Cuando le dan la buena noticia, se resiste a aceptarla. Duros habían sido los acontecimientos vividos y no llega a entender lo que le están diciendo. Cuando, en una aparición posterior, también en el Cenáculo, se encuentra con Jesús, Tomás cree. También nosotros, hemos tenido dudas. Con la fe hemos sabido vencerlas y estamos plenamente convencidos. Sí, creemos que Cristo resucitó y esta realidad nos hace ver la muerte de otra manera. Es una puerta abierta o al menos entornada, hacia una plena vida sin penas ni tristezas. Sentimos la pérdida de los seres queridos, pero nos consuela la fundada esperanza en una vida nueva y la definitiva resurrección al final de los tiempos. Ésta es nuestra fe y así doy testimonio.
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