La devoción a San Fermín está
profundamente arraigada en esta tierra. En Navarra tenemos dos patronos. Hace
siglos, hubo grandes discusiones sobre quién debería ser nuestro patrono.
Poderosas razones tenían quienes apoyaban a San Francisco Javier, patrono de
las misiones, apóstol de las Indias y navarro universal. Con igual empeño, los
navarros defendían a San Fermín que trajo la fe en Cristo a esta bendita
tierra. La controversia se resolvió otorgando a ambos el título de copatronos
de Navarra. Bajo el atuendo oficial, blanco y rojo, podemos encontrar a
personas de variada condición social, los pamplonicas. Políticos que días
atrás se enfrentaban con vigor tratando de convencer de la bondad de sus
argumentos, comparten una amigable conversación. Los temas pierden su
trascendencia y San Fermín puede ser un tema que todos acepten de buen grado.
Actos religiosos y lúdicos se van celebrando en singular armonía. Encierros
y corridas de toros se suceden cada día con diferente suerte para
protagonistas y espectadores. Quien a esta tierra viene, pasa a ser espectador
y protagonista de unas fiestas en las que cada cual puede elegir su grado
de participación. Muchos medios informativos transmiten a todo el mundo sus
impresiones de unas fiestas que no dejan a nadie indiferente. Fiestas en
las que podemos encontrar actos apropiados para cualquier edad. Los ojos
inocentes de los niños, cautivados por kilikis y cabezudos, nos preguntan por
los gigantes. Los gigantes de Pamplona, hace años desfilaron majestuosos por la
V avenida de Nueva York ante el asombro y simpatía de los neoyorkinos. ¡¡VIVA
SAN FERMIN!!
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