Hoy día 18 de julio, se cumplen 75 años del comienzo de un trágico enfrentamiento entre españoles que duró casi tres años, dejando un país destrozado y centenares de miles de muertos. Tres generaciones después, parece que no hemos aprendido la dura leción. No es tiempo de revancha, ni de reescribir la Historia, sino de restañar heridas recién abiertas. El deseo de libertad y democracia de quienes vivimos la elaboración y aprobación de la actual Constitución no puede ser detenido por quienes pretenden reivindicar uno de los períodos más tenebrosos de nuestra historia reciente. La II República fue un fracaso colectivo porque los políticos de la época no supieron hacer una Constitución donde todos pudieran vivir y expresar sus aspiraciones. No es libertad sino tiranía, lo que tenían aquelllos ciudadanos que vieron cómo España se acostó monárquica y amaneció republicana. España quedó dramáticamente dividida en dos bandos irreconciliables. Era el momento de grandilocuentes intervenciones vacías de contenido, mientras la sociedad se desangraba. El Gobierno republicano, tras las elecciones de febrero, cometió muchos errores. El traslado de Franco, que posiblemente fuera entonces fiel a la República a Canarias y de Emilio Mola, que podemos ver en la foto, a Pamplona fueron importantes en los sucesos de la primavera de 1936. Los sublevados no tuvieron todos los apoyos que esperaban y lo que estaba previsto que fuera una rápida operación fracasó en parte y fue el comienzo que una larga guerra donde ambos bandos recibieron ayuda exterior. En la actualidad, España también se encuentra dividida. Poco queda ya del afan de unión y de concordia con el que tratamos de pasar página, resolver diferencias y aunar voluntades con la Constitución de 1978. La grave situación económica, social y política que estamos viviendo, hace necesaria la celebración, en el período más breve posible, de elecciones libres que permitan que un nuevo Gobierno con respaldo de los ciudadanos, pueda tomar las medidas adecuadas. Es absolutamente necesario.
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