No es esta fiesta la más importante del
calendario litúrgico, pero sí la más popular. Si preguntamos a diferentes
personas su significado nos darán diferentes respuestas. Ciertamente, es una
oportunidad para reunir a familiares que no se ven desde hace mucho tiempo en
torno a una mesa. No es eso lo más importante. Otros nos dirán que cantan
villancicos o se reúnen en las iglesias para conmemorar el nacimiento primerizo
hace más de veinte siglos del primer hijo de una mujer hebrea en una pequeña
aldea de Israel. Pero no es suficiente. Los profetas nos habían anunciado la
llegada de un libertador para el pueblo de Israel entonces sometido a la
dominación romana. Tampoco eso es lo más importante. Nos reunimos en los
templos y nos juntamos en torno a una mesa para celebrar un acontecimiento que
sucedió hace más de dos mil años y cambió la historia de los seres humanos.
Dios se hace hombre y hombre nacido de mujer. Ya los profetas nos habían
anunciado que nacería en Belén, una pequeña localidad. Ante la gran aglomeración
de gente que había llegado para empadronarse en cumplimiento del edicto del
César, su esposo José no encontraba cobijo para su esposa María cuyo estado de
gravidez era ya muy avanzado. No encontraban alojamiento, ya oscurecía y el
posadero, que era un hombre bueno, se compadeció y les dio cobijo en el establo
donde nació Jesús, el Salvador. El Hijo de Dios se hace un hombre como nosotros
para traernos un mensaje de amor y de paz. Nos cuentan que una mula y un buey
daban calor a ese pequeño e indefenso bebé destinado a ser el rey del Universo.
Avisados por un ángel, pastores fueron los primeros en adorar al Niño. Esta es
nuestra fe y como me la han contado así la transmito. Felices y cristianas
Navidades.
No hay comentarios:
Publicar un comentario