Hoy se cumplen 34 años desde que
fue aprobado por los españoles en referéndum el vigente texto constitucional.
Es un período relativamente corto para juzgar sus bondades y carencias, pero
que nos ha permitido sortear más de una vez, vientos y tempestades. Una Constitución
nace con ánimo de pervivencia. En España hemos tenido demasiadas experiencias
fallidas que duraron poco tiempo. El actual texto fue redactado por los padres
constituyentes con la finalidad de superar divisiones y recelos y que permitiera
que muy diferentes ideas y proyectos sociales y políticos pudieran ser
defendidos y puestos en práctica si tuvieran el apoyo necesario. Así se
incorporo a nuestro vocabulario habitual la palabra consenso, es
decir decisión tomada de mutuo acuerdo tras un amplio debate de diferentes
posturas. De esta forma, hemos conocido Gobiernos de derechas e izquierdas que han realizado una
gran transformación de esta sociedad que salía de una larga dictadura. Fueron
muchas las ilusiones y esperanzas puestas en la renacida democracia. De todo
aquello queda ya poco. A jirones se ha ido quedando por el camino. España, patria común e indivisible de todos los
españoles, según dice la Constitución está sufriendo fuertes tensiones
territoriales y profundas diferencias económicas y sociales entre sus regiones.
La ambición de algunos políticos, incapaces de ofrecer soluciones a las
necesidades de los ciudadanos, les lleva a pretensiones secesionistas de su
territorio y a negar la legitimidad de las instituciones democráticas comunes.
En las celebraciones oficiales, hoy habrá significativas ausencias. La
aplicación leal de la ley de leyes está teniendo demasiados obstáculos, a veces
puestos por quienes más obligados están a cumplirla y hacerla cumplir. Larga vida
a nuestra Constitución, aunque habrá que quitarle algunas telarañas.
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