Con el Miércoles de Ceniza,
iniciamos un periodo de cuarenta días de preparación para la celebración gozosa
de la Pascua. El comienzo de la celebración de la Cuaresma fue hacia el siglo
IV, cuando se buscaba con la oración y la penitencia una profunda renovación de
la Iglesia. Es un tiempo de apertura a Dios
y a nuestros hermanos; un tiempo de reflexión sobre nuestra vida como
cristianos comprometidos en la transformación, no sólo personal, sino también
comunitaria. Estos días, la Iglesia nos exhorta a seguir un camino hacia Cristo
con la oración, la escucha de la Palabra de Dios y la realización de obras
buenas. Son actitudes para acercarnos más a Dios, del que nos alejamos por el
pecado. Estamos viviendo momentos difíciles que nos exigen una gran
responsabilidad. En este Año de la Fe, debemos hacer un mayor esfuerzo para
trabajar en la transformación de esta sociedad que parece dominada por el
pecado. “Convertíos y creed en el Evangelio” es una llamada apremiante que no
podemos rechazar. Una fe, no sólo espiritual, sino que podamos trasladarla a
nuestra vida personal y comunitaria. Somos como un rebaño de corderos acechados
por lobos. Nos acosan, nos hacen acusaciones falsas, nos persiguen, pero no podrán torcer
nuestro compromiso con Dios y con nuestros hermanos. Repasemos todas nuestras
experiencias para tratar de reconocer nuestros errores y carencias para poder arrepentirnos
y así prepararnos de una manera más profunda para la celebración de los
misterios pascuales. Esta es nuestra fe y éste mi compromiso.
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