Estamos viviendo en España momentos difíciles. Los ciudadanos, movidos por cuerdas invisibles, somos marionetas en manos ajenas que coartan, hasta hacerla inviable, nuestra libertad. La democracia requiere que podamos elegir, en una decisión meditada y responsable, nuestro apoyo o no a las propuestas que se nos presentan y, en su caso, presentar las nuestras. Es un grave error destruir las bases de nuestra convivencia cuestionando constantemente, sin base ni fundamento, a aquellos que hemos elegido para que defiendan nuestros legítimos intereses. Sí. El contenido de los "papeles" de los que tanto se habla tiene menos valor que el papel en el que está escrito. Se están poniendo en cuestión derechos fundamentales de personas que están al servicio de todos nosotros. Las dificultades económicas de una empresa editora no puede ser excusa para que nos cuele en escandalosos titulares material averiado cuyo origen desconocemos. No todo vale para consegir publicidad gratuita. El derecho a una información veraz y contrastada es fundamental en defensa de una libertad de prensa que debe ser ejercida con responsabilidad. Son inaceptables campañas de difamación que nos dejan indefensos ante la voracidad de unos medios que nos manipulan a su antojo. Los partidos políticos son el cauce constitucional, pero no el único, de participación en los asuntos de la república. Su destrucción, por intereses inconfesables, puede hacer un grave daño a nuestra convivencia. La exigencia ética y moral a nuestros políticos debe ser exigida con mesura; nunca más que a nosotros mismos. Naturalmente que quiero saber la verdad de lo que está pasando. De manera inconsciente, en esta ceremonia de la confusión que estamos viviendo, se pretende que no podamos expresar nuestras ideas y defender a quien está injustamente acusado y privado de toda posibilidad de defensa. ¿Es justo? La verdad por encima de todo, pero ¿QUÉ ES LA VERDAD?
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