viernes, 29 de marzo de 2013

VIERNES SANTO: UNA SUPREMA LECCION DE AMOR

Dios nos amó hasta el extremo de darnos a su propio Hijo, que se entregó hasta la muerte por nosotros y muerte de cruz. Una vez acabada la última cena con su madre y sus discípulos, se retira a orar al huerto de Getsemaní. Le acompañan sus amigos más fieles, que se verán vencidos por el sueño. Son momentos terribles. Jesús es Dios, pero también un hombre que sufre dolor y angustia. Dicen que sudó sangre. Son sentimientos encontrados. ¿Dónde estaba yo en aquella noche triste? Por mis pecados, un hombre inocente va a morir. Tras ser prendido, traicionado por Judas, uno de los suyos, inicia un largo trayecto en aquella larga madrugada. Treinta siclos de plata, el coste de un esclavo, fue el precio acordado por la traición. De Anás a Caifás, de Herodes a Pilatos, Jesús es llevado por las calles de Jerusalén. Le siguen de lejos, su madre y otras mujeres. Es la marcha de las viudas. Los conspiradores no están tranquilos. Quieren su muerte, pero no la responsabilidad de tan terrible crimen. Será Pilatos, el procurador romano quien tomará la postrera decisión. No quiere hacerlo, pero prima la razón de Estado. Mandará que lo azoten, pero eso no será suficiente para esa turba hábilmente manejada por escribas y fariseos. Quizá algunos de nosotros estábamos entre quienes gritaban "¡¡Crucifícale. Crucifícale!!". Pilatos es un hombre mediocre incapaz de dominar la situación. Ya su esposa le había avisado de que tuviera cuidado, pero no escucha. La plebe sigue gritando y Jesús es entregado para ser crucificado. Tres veces caerá al suelo bajo el peso del madero de la cruz y nuestra ingratitud. Tres postes esperan en la cumbre del Calvario la llegada de los condenados. Dimas y Gestas compartirán el atroz suplicio. Perdón, Señor, perdón. Te he negado, he vivido como si no existieras, he olvidado mis compromisos. Por mis pecados mueres y lo haces perdonando. Qué suprema lección que no entendemos, preocupados por cosas mundanas. Todavía estoy conmocionado tras escuchar tus últimas palabras en la Cruz. Cristo ha muerto. Resucitará como lo había anunciado. Esta es nuestra fe y éste mi compromiso.

 

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