CRISTO HA MUERTO. Es una noticia que nos produce dolor y abatimiento. Han matado al Maestro. Ser incómodo para los poderosos de este mundo te ha costado la vida. Los sumos sacerdotes y los fariseos buscaban tu muerte. Cuando viajábamos a Jerusalén, para celebrar la Pascua, tu mensaje era más oscuro. No acertamos a entenderte. Te acusaron de andar con pecadores, cuando eres todo misericordia. A la entrada en Jerusalén, te recibieron con vítores y palmas. Mientras tanto, la traición acechaba y tus enemigos conspiraban buscando tu perdición. En el huerto de Getsemaní, tu oración fue una súplica dolorosa al Padre. Dicen que sudaste sangre. Puede que, por el gran esfuerzo del momento, se rompieran vasos sanguíneos de la dermis. Cristo es Dios, pero también un hombre que sufre, con sentimientos humanos. Lloró por la muerte de su amigo Lázaro, a quien resucitó. Cuando fueron a prenderte, Señor, aquellos hombres tuvieron miedo. Yo estaba entre los que te abandonaron en aquellos duros momentos, aunque después te seguía de lejos. Anás, Caifás, Herodes, Pilatos; de uno a otro te llevaron como a un delincuente. Interrogado por Pilatos, nada respondías a las acusaciones, ni a los falsos testigos. Sin nadie que te defienda, ni guardia que te proteja, estás a merced de tus enemigos. Eres Rey, pero tu reino no es de este mundo. Pilatos te interrogó, pero nada encontró reprochable. Mandó que te azotaran, pero no fue suficiente para la turba manejada por sumos sacerdotes y fariseos. El procurador romano era un hombre débil que te entregó para que te crucificaran. En la cumbre del Calvario, tres cruces aparecen. Sometido a un cruel castigo, por nuestros pecados, Cristo agoniza entre dos ladrones. Dimas y Gestas le acompañan en el postrer momento. Ave crux spes unica.
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