El Jueves Santo es uno de los días con más celebraciones litúrgicas y religioso-populares. Se conmemora la Última Cena de Jesús con sus discípulos. Cristo instituye la Eucaristía y el sacramento del Orden Sacerdotal. Antes de comenzar la cena, se despojó de sus ropas, se ciñó una toalla y comenzó a lavar los pies de sus discípulos. Es una lección de entrega y humildad. Ya en la mesa, convierte el pan que reparte y el vino en su Cuerpo y en su Sangre. De esta forma, instituye el sacramento de la Eucaristía, dándose como alimento. Entonces, dice a sus discípulos que uno de ellos le va a traicionar. Se producen momentos de desconcierto y una gran confusión hasta que Judas Iscariote abandona la sala. Entonces, les da las últimas instrucciones y les prepara para las nuevas tareas que les encomienda. Los primeros datos que conocemos de que el Jueves Santo se celebra la Misa en recuerdo de la Cena del Señor los tenemos por el Concilio de Cartago en el año 397 y por lo que cuenta Egeria, una peregrina que visitó Jerusalén y dejó escrito lo que allí se celebraba. La Eucaristía es memorial no tanto de la Última Cena, sino de la muerte de Cristo que es señor, y "señor de la muerte", es decir el Resucitado cuyo regreso nos ha prometido. En la liturgia de hoy hay alegría y la Iglesia rompe la austeridad cuaresmal cantando el "Gloria": es la alegría por el amor de Dios, pero al mismo tiempo, es sobria y dolorida, por el precio que Cristo paga por nosotros.
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