UNA HISTORIA DE AMOR
En tiempos de la dominación romana, salió un edicto del emperador César Augusto, ordenando que todos se empadronasen en su ciudad de origen. José, un artesano carpintero, se encontraba desposado con María, una jovencita plena de gracia y virtudes. Iniciaron ambos el camino de Nazaret, una pequeña población de Galilea a Belén, la ciudad de David, en Judea.
La temperatura era bonancible, mientras grupos de personas se desplazaban para cumplir la Ley romana. José, que caminaba preocupado porque nada le falte, ni perturbe a su esposa, medita por los sucesos de los últimos días. La visita de María a Isabel, su prima, el anuncio del ángel que la tranquilizó. Cuando conoció que su esposa estaba esperando un niño, un hondo pesar se adueñó de su corazón. Todavía no habían comenzado a vivir juntos. La Ley mosaica ordenaba lapidar a la mujer adúltera. El, que era un hombre justo, no quería perjudicarla. Después de mucho pensarlo, decidió repudiarla en secreto. Entonces, se le apareció un ángel que le dijo: “No temas recibir a María, tu esposa, porque lo que ha de venir es obra del Espíritu Santo”.
Al llegar a Belén, encontraron gran aglomeración de gente, que acudía para cumplir el edicto. Trataron de conseguir hospedaje, pero no lo encontraban. Ya caía la tarde y se notaba un cierto frescor. José, preocupado ante el avanzado estado de gestación de su esposa, insistía. Entonces, el posadero se compadeció y les dejó pasar la noche en el establo. Allí nació Jesús, el Mesías, el Salvador.
Pudiendo nacer en el mejor de los palacios, Dios hecho hombre, eligió la humildad de un pesebre, siendo un puñado de pajas el mejor de los pañales.
Jesús María Úriz
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