No
es fácil resumir en este breve texto lo que supone para los cristianos la
figura de San Francisco Javier, que celebramos hoy de una manera especial en
Navarra. Nació el día 7 de abril de 1506 en el castillo de Javier
(Navarra-España). Sus dos hermanos participaron de manera activa en las guerras
que marcaron su infancia. Tenía 18 años cuando marcha a París para continuar
sus estudios en la universidad de Sorbona. Es un joven juerguista y parece que
el futuro le sonríe. Su compañero de cuarto será Ignacio de Loyola, que fue
posteriormente fundador de la Compañía de Jesús. Me parece estar escuchando a
navarro y guipuzcoano en sus largas disertaciones, hasta que una frase cambiará
el rumbo de la vida de Francisco: "¿De qué le sirve al hombre ganar todo
el mundo si pierde su alma?". Está pregunta, varios siglos después, sigue
siendo plenamente válida para nosotros. La vida de Francisco cambió
radicalmente. Finalizados los estudios, se volverán a encontrar. El rey Juan
III de Portugal pidió misioneros para Oriente y así partirá en un largo viaje
hacia la India que durará más de un año. Cuando llega a Goa, se encuentra con
muchos enfermos de peste. Descubrirá a todos el amor de Dios, hará milagros.
Evangeliza a jóvenes, abre escuelas, dispensarios y bautizará a muchos. Un
pequeño crucifijo será su mejor arma. Su entusiasmo le llevará hasta Japón y su
gran ilusión será llegar a China. No pudo lograrlo. Falleció en la isla de
Sancián, a la vista de la costa prometida. Fue declarado patrono universal de
las misiones y de la juventud y canonizado por Gregorio XV el 12 de marzo de
1622. Es el patrono principal de Navarra, donde nació, que conmemora este día
con diferentes actos cívicos y religiosos.
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